Enrique Cornejo, un grande del TEATRO.

16 2012 Nov
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SU VIDA ES LA ESENCIA DEL TEATRO EN ESPAÑA.

Elegimos el Hotel Ritz para entrevistar a Enrique Cornejo, el hombre que más ha trabajado por el Teatro en España en los últimos 50 años, porque es su rincón preferido en Madrid. Por su labor, y por los muchos años que le llevo tratando, le considero un hombre inteligente, honesto, hedonista, y, sobre todo, trabajador incansable…Cuida las formas hasta en los detalles más sencillos. Comenzamos nuestra charla mientras apura un café con leche, que remueve con una cucharilla de plata (le gusta vivir, rodeado de belleza y exclusividad). Cada una de sus frases es una lección de superación. Pero lo que más impresiona de él es su sinceridad, no elude ningún tema escabroso; también su absoluta dedicación y su mecenazgo. Me enfrento a un empresario al que nunca le han regalado nada, partiendo de cero. Enrique confiesa que su fórmula infalible para el éxito es no descansar ningún día de la semana, y no haber disfrutado jamás de unas vacaciones, y aún así, a sus 70 años, conserva un aspecto alegre y jovial.

-Si usted contara todo lo que ha visto y vivido en estos 50 años de contacto con el teatro, daría para varios libros. Pero, en ocasiones, es imprescindible saberse callar. ¿No es así Enrique? -Ya lo creo, he vivido mucho. He conocido a tantas estrellas,… Yo acompañé al Hilton a Ava Gardner una noche que estábamos con Victoriano Valencia, Luis Miguel Dominguín,…entre otros, en un Mesón que aún existe, “Los Arcos”. Era un ambiente taurino y yo, que era un crío, abría unos ojos como platos. Ava, bellísima, estaba un poco bebida. De esto hace casi 50 años. Hay mucho que contar, y otras cosas que es mejor callarlas.

-Usted no ha sido bebedor, ni ha consumido drogas, pero sí ha trasnochado. -Sí, trasnochar en tertulias. Las juergas no me han gustado nunca. Y es cierto que he estado relacionado con mujeres bellísimas, sin ser nunca guapo. A mí las mujeres me han tenido que tratar antes de enamorarse de mí, porque no he sido nunca un hombre con un físico imponente. Es verdad que he hecho mucho deporte, y que siempre he sido mentalmente muy maduro para mi edad. Me decía mi madre que era un joven viejo (risas).

-¿Qué es lo que más le ha marcado en la vida?. -El quedarme a los 17 años huérfano de padre y madre.

-¿Se quedó sin ningún apoyo familiar a esa edad?. -Así fue. Y luego la vida me marcó sus pautas. Mi padre me había metido el duende del teatro y, al quedarme huérfano, me fui a París, pero regresé enseguida a España porque no me entusiasmó la ciudad. El problema del idioma, entre otras cosas.

-De Valladolid, su ciudad natal, a París. Era muy avanzado para la época,. ¿Qué pasó a su regreso?. -Luego me vine a Madrid, como dice el Tenorio, ‘buscando para mis hazañas mayor espacio’. Aquí alquilé una habitación en una pensión de la calle Alcalá, esquina a Goya. La habitación con ducha eran 5 pesetas, y sin ducha, con un lavabo, costaba 3’50. Yo cogí la más barata, sin ventilación. El lavabo tenía una toalla que si la ponías al trasluz se transparentaba. Eso se me quedó grabado. Me senté en la cama, puse la maleta a mi lado, y me eché a llorar. En ese momento sentí en mí la soledad. A la mañana siguiente me compré el Diario Ya, donde había muchos anuncios por palabras, y empecé a buscar trabajo. Lo encontré en una Compañía de Seguros. Desde ese momento no he parado de trabajar.

-¿Se acomodó fácilmente a esta ciudad?. -Sí, Madrid me acogió con cariño. Enseguida me busqué un gimnasio donde continué practicando boxeo, como ya hacía en Valladolid, y seguí con mis estudios de Comercio, que ya había comenzado. Me supe organizar. Estamos hablando de hace 53 años.

-¿Cómo empezó su aventura empresarial en teatro?. -A los 18 años me quedé con una carpa que pertenecía a la Federación Nacional de Boxeo, pero el Presidente me dijo que para cedérmela debía de ser mayor de edad, y yo no lo era (en aquella época la mayoría de edad se adquiría a los 21 años). Entonces me busqué un socio, que sí era mayor de edad. Él ponía su carné y yo todo lo demás. Íbamos por las ciudades y pueblos de España llevando de lunes a domingo (no había descanso) catorce o dieciséis funciones. Era una época donde no había televisión, sólo radio, y nos recibían con los brazos abiertos.

-¿Ganó mucho dinero con estas representaciones?. -Comparativamente más que ahora. Era una época sin IVAs, ni derechos de autor. Imagínese.

-¿Cómo consiguió dar un paso más adelante?. -Fui a ver a Javier Fraga, un empresario importantísimo de teatro de aquella época, y le propuse producir una obra, que a él le pareció terriblemente mala. No acepto mi oferta, pero él y su hermano me propusieron ser socio suyo (caprichos del destino). Así estuvimos once años, hasta que murieron. Guardo un grato recuerdo de estos dos hombres, mis padrinos en teatro. Lo mío siempre ha sido una aventura ante la vida.

-¿Siempre le acompañó la buena suerte?. -En el sentido profesional sí. Si al trabajo le echas mucho entusiasmo, respeto e interés, no suele fallarte. Pueden ocurrir situaciones como la que vivimos actualmente, de crisis social y económica, pero el trabajo suele ser agradecido, al margen de estas circunstancias tan adversas.

-Reconoce que no tiene libre ningún día de la semana, y que nunca ha disfrutado de unas vacaciones. ¿Cómo puede compaginar este ‘sacerdocio’ con su vida de pareja?. -Las mujeres que me han amado forman parte de ese decorado en el que tú envuelves tu propia existencia. Si yo me he desenvuelto en el mundo del teatro lo lógico es que mis parejas hayan sido actrices, y al pertenecer ellas a esta profesión me comprendían. Además mi posición también les proporcionaba a ellas ciertas compensaciones (risas).

-¿Cuántos teatros dirige ahora?. -Ahora tengo el teatro Muñoz Seca y el Reina Victoria en Madrid, el Zorrilla de Valladolid, el Palacio de Congresos de Cartagena con 1.400 localidades, y me voy a incorporar a cuatro espacios más fuera de Madrid.

-¿Cómo se está portando la crisis con usted?. -Hay que plantarle cara haciendo una oferta continuada y masiva. Con lo que pierdo en una obra y gano en otra voy desarrollando mis programas. En estos momentos estoy trabajando más que nunca, pero también con menos rentabilidad. En la mayoría de los casos, estamos dando localidades al cincuenta por ciento de su coste.

-¿Qué tal se lleva con la clase política?. -Yo creo que los políticos son altos empleados nuestros, que están obligados a servirnos, cosa que olvidan con frecuencia.

-Y los Banqueros, ¿qué tal se portan con usted?. -Bien, porque tampoco les pido nada descabellado. Aunque el ‘no’ también lo escucho, como tantos empresarios. Pero sería injusto si yo dijera que no he recibida ayuda de los Bancos, y mucha.

-La Casa Real le ha concedido La Medalla de Oro a Las Bellas Artes. Tiene premios y reconocimientos. ¿Es usted un triunfador?. -Soy un sorprendido. Hago muchas cosas que ni me doy cuenta de que las hago, porque considero que forman parte de mi trabajo. La vida, a nivel profesional, me ha tratado muy bien.

-A nivel personal es una característica suya lo bien que se suele llevar con sus ex parejas. ¿Cómo lo consigue?. -Cuando una persona te ha permitido estar dentro de su vida, y luego te separas por distintos motivos, tienes que valorar lo vivido, y respetar.

-Ahora tiene a su lado a una gran mujer, Mamen Díaz, trabajadora incansable como usted, a la que le lleva treinta años. ¿Pesa esta diferencia de edad?. -Yo lo llevo muy bien, pero con preocupación, porque no voy a poderle ofrecer el espacio que me gustaría darle, por lo que me apresuro a mostrarle día a día que la quiero. Ya tengo 70 años, y cualquier acto, cualquier gesto que yo crea que la puede hacer feliz, estoy dispuesto a hacerlo. Valoro su generosidad y sé que está renunciando a muchas cosas. Jamás he sido egoísta con nadie, y menos lo voy a ser con ella. Mamen es un ser excepcional. Soy sincero conmigo mismo y tengo las cosas muy claras. Me considero muy afortunado compartiendo mi vida con ella.

Paloma Sanz.

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